Artigas, la memoria de sus protegidos y el bronce que pretendió olvidarlo
Patricio montevideano con linaje trazado desde los fundadores de la ciudad, escolarización básica con sello impreso por los frailes franciscanos, temprana vida elegida entre la “barbarie” con la que trataba su abolengo, muchas mujeres y amores fuertes, hijos y algunos apadrinados. El delito hecho su forma de ganarse el pan y algo más, como buen niño privilegiado (contrabando, para más datos), y un abrupto pasaje a la autoridad: primero, obediente: después, ejerciéndola. Patroncito que se hizo líder, Karaí-guazú de los guaraníes acá, allá y en el Paraguay, sus tierras. Apenas nueve años de entrega a la que quiso su patria lo hicieron padre de los orientales aun contra sus exiliados treinta años. Artigas, el que conoció lo de más abajo viniendo desde arriba y eligió, por lo menos, acercarlos.
Así comenzó Beto Zeppa su repaso de la vida política y militar del caudillo de la Banda Oriental José Gervasio Artigas, «protector de aquellos pueblos libres de indios, negros, mulatos y pobres de riquezas materiales para quienes había entregado una vida en defensa de “vuestra presencia soberana’”.
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