A la oposición mediática le caen muy mal los avances del Gobierno. “Dudas”,”luces y sombras”, y otra vez “dudas” y luego “tramas secretas” con Rusia, y “alarma” y también “humo”: como conductores de la oposición al Gobierno, Clarín, La Nación e Infobae hacen una vez más un despliegue concertado para abatir las esperanzas argentinas de obtención de las vacunas contra el COVID-19.
(Hugo Muleiro) Previsible y anunciado malestar tras el anuncio que el presidente Alberto Fernández hizo el lunes sobre el acuerdo con Rusia: ninguno de estos medios se tomó la molestia de darle todo el ancho de página y/o pantalla a la novedad.
Clarín intentó un récord: mientras el diálogo del Presidente con la televisora Sputnik se conoció poco antes de las 17, publicó una nota firmada por Vanesa López con la única finalidad de sembrar incertidumbre: “Historia, luces y sombras” fue el título cuya hora de publicación, según la página en línea, fue las 16.24. Sin duda, no fue magia.
No podía faltar la “encuesta” ad hoc que le diera “realismo” a este clima: solo 4 de cada 10 argentinos aceptarían la vacuna, publicó Clarín el martes. Claro que el lector piensa que habla de la vacuna rusa, y solo si llega al final de la nota sabrá que la “encuesta” es anterior al anuncio. En tanto, La Nación quiso desnaturalizar la buena noticia ubicando al Gobierno en la posición de “defender” su decisión, palabreja acompañada a centímetros por el título “Es una ruleta rusa”, por pronunciamientos de la oposición macrista, obviamente en fila con estas estrategias editoriales.
Como en casi todas sus embestidas, este dispositivo carece de hechos que expliquen sus títulos y opiniones, pero órdenes son órdenes y así el jueves Clarín trae una sensacional revelación: las vacunas “deben mostrar resultados antes de ser utilizadas”. Habla una científica de Oxford seguramente ajena a la malicia política, tanto que al fin explica que la criticada “aceleración” para obtener la vacuna no está ignorando ninguna de las pruebas aconsejadas, en ningún caso. Un párrafo que parece haber pasado solo por distracción del vigía editorial de turno.
El avance hacia el extremo no se detuvo: vacuna rusa lleva a la letra K, y la letra K trae a China y Venezuela, razonó Di Marco en La Nación; “una vacuna que llegaría de la Santa Madrecita rusa”, se queja el Wiñazki de los sábados en Clarín; el sospechoso interés de Kicillof, “denuncia” de Olivera el sábado en La Nación, junto a advertencias -tenían que aparecer- sobre un avance ruso en territorio nacional con armas, trenes y usinas.
Con indomable amargura, Kirschbaum intenta ironizar con la fórmula “vacuna antiimperialista”, y al lado suyo Van der Kooy tipea “humo” en los anuncios presidenciales. Repite como martillazos las palabras “duda”, “rareza”, “opacidades” y, falto de todo argumento, se va por el resumidero de la política al apegarse a palabras de Rubinstein, el genio que de la mano de Macri degradó al Ministerio de Salud. Al final dice que la declaración presidencial de rechazo al privilegio de vacunarse antes que nadie es en verdad una excusa “para no asumir riesgos”.
En el mismo tren, Infobae encabezó sus títulos del domingo a la mañana con la “trama secreta” del viaje a Rusia. Este artículo también empieza con revelaciones descomunales: en el avión a Moscú, dice, iban otros argentinos, no solo Vizzotti, la funcionaria de Salud, y esto por supuesto es muy sospechoso. Y de allí en más habla de funcionarias o no, empresarios farmacéuticos o quizás no, allegados -muy o un poco, quién sabe- a autoridades, con horarios de vuelo y nombres de hoteles para crear al incauto lector la sensación de que la nota está sostenida en datos precisos.
El bochorno periodístico nacional se expandió también por noticias y opiniones sobre las elecciones en Estados Unidos, cuyos intereses geopolíticos y económicos son tan determinantes en la línea editorial de estos medios, ya se trate de Venezuela o Medio Oriente, del comercio mundial o de Vaca Muerta, del litio boliviano o de la carrera tecnológica por el 5G.
También en este caso hay una insuperable incomodidad editorial, por la acostumbrada exaltación de la “gran democracia” estadounidense, que en estos días volvió a mostrar su rostro verdadero, así como ocurre con cada uno de los crímenes causados por el racismo sistémico que ese país se muestra incapaz de superar.
Varios párrafos fueron destinados a hipótesis sobre si al Gobierno del Frente de Todos le conviene o no una presidencia de Biden, y a esos fines apareció en notas de Clarín unamuy reiterada mención al extremista Claver-Carone, un “trumpista” cabal, y sus reiteradas amonestaciones a la Argentina. Las distorsiones alevosas del sistema electoral, los votos que se “perdieron” y, en fin, la endeblez dramática del sistema estadounidense, quedaron censuradas. El esfuerzo “crítico” se limitó a enfocar algunos de los desvaríos de Trump, y nunca a ubicarlo como emergente de una descomposición política que no concluye con el triunfo demócrata. Su racismo, su xenofobia, su misoginia, pese a las cuales consiguió decenas de millones de votos, ni siquiera fueron mencionados.
El temple del periodismo bananero se rehace el domingo en una nota de Capdevila en La Nación: se las arregla para convertir al gigantesco bochorno político estadounidense en un alivio para la “democracia liberal”. Nadie podrá decir que a esta gente le falte imaginación.
Massa, el presidente de la Cámara de Diputados, fue mencionado con insistencia en estos espacios: sus vínculos e iniciativas con interlocutores estadounidenses son mencionados como amenaza para la coalición gobernante, aunque no es posible en esta lectura determinar si es algo con base real o una mera expresión de deseos.
Casi lo mismo ocurre con una nota de Pagni, el martes en La Nación: lo ubica al ministro Guzmán reunido con empresarios muy poderosos, quienes le explican que la mejora económica depende de “poner en orden la política”. ¿Y cómo se logra eso? Responde, según esta versión de Pagni, Héctor Magnetto: el Presidente -le dijo a Guzmán- debe romper con Cristina Kirchner.
También Bonelli de Clarín, que comparte con Pagni el combate intenso al ministro (a quien ya ubicaban fuera del gabinete cuando renegociaba la deuda), conoció este presunto encuentro de Guzmán con los “emprendedores”, aunque no menciona a su patroncito. El redactor hace un tremendo esfuerzo para reconocer que el ministro “superó la prueba” estas dos semanas en la plaza cambiaria, pero no se priva de avisar que si no fuera así, y si el dólar paralelo estuviera hoy en 200 pesos, “no sería ministro”. Es decir: la filosofía política basada en el concepto “si mi abuelita no hubiera muerto, estaría viva”.
La precariedad de recursos no desanima a estos militantes: otra vez Lavagna apareció en los primeros planos del Clarín del domingo, como expresión de un cambio de orientación política reclamado por empresarios. En el mismo marco, Redrado fue mencionado por Bonelli por supuestos buenos lazos con colaboradores de Biden; el mismo día lo nombraron también Laborda y Di Marco, en La Nación.
Y Mauricio, que es Macri, sigue contando con el aliento, en cierta forma admirable, de al menos un argentino: Joaquín Morales Solá dice el domingo que el líder avisó que para un acuerdo con el Gobierno su demanda es “respeto a la Constitución”, parte del guión republicanista que sabe recitar. “Una oposición segura de lo que quiere es una referencia importante en cualquier democracia. Pero lo es más cuando ya han caído casi todas las otras referencias”, escribe Morales Solá, quien en suma nos advierte que Macri es lo único bueno que le queda a la Argentina. Más amor no se puede pedir.
Semana a semana, los lunes a las 8, el periodista y escritor Hugo Muleiro repasa con detenimiento las columnas de opinión y análisis de los principales medios gráficos de mayor alcance nacional en tanto hegemónicos. Sus columnas se publican en Comunicadores de la Argentina (OPERETAS. www.comunanet.com.ar)