Carlos Resio.
En el marco del ciclo Constructores de nuestro destino organizado y llevado a cabo por el Espacio Chacabuco, se realizó un encuentro referido a las miserias del sistema judicial argentino con la participación de compañeras y compañeros de distintos espacios políticos y sociales y la especial presencia del abogado Eduardo Paredes, de destacada trayectoria en el foro penal de la provincia de Misiones y con vasta experiencia en defensa de los derechos humanos y las minorías maltratadas. El tema tratado en este encuentro fue en sintonía con las diferentes acciones que se vienen desarrollando en todo el país en búsqueda de impulsar en el corto plazo una profunda reforma en el sistema judicial argentino y en lo inmediato la renuncia de los ministros de la Suprema Corte de Justicia los que ya no pueden estar más deslegitimados. Para el caso de Rosatti y Rozencrantz por haber aceptado continuar con su designación a pesar de haber sido nombrados por decreto, Maqueda por estar vinculado a gravísimas irregularidades en la administración de la Obra Social de Judiciales y Lorenzetti por haber sido un claro operador del gobierno macrista además de haber participado activamente en el mecanismo de escuchas ilegales, espionaje y el desarrollo del “lawfare” con los que se persiguió a opositores, periodistas y dirigentes de todo tipo. Esto por lo menos. Casi nada.
La siempre clara, detallada y cruda descripción que Paredes hace del actual sistema judicial, tanto federal como provincial, genera en cualquier bien nacido una indignación dañina hasta para el mas robusto aparato digestivo. Las indignaciones se suman y se hacen mas intensas a medida que adquirimos comprensión del funcionamiento de nuestras sociedades y las cruzamos con información. ¿Cómo llegamos a la comprensión? ¿Con que información alimentamos la indignación? ¿Qué nos indigna y que nos resulta indiferente? Y más importante, ¿Qué hacemos con la indignación? El deterioro de la conciencia política de nuestra sociedad, un sistema educativo que ya no forma ciudadanía y un sistema de medios perverso al servicio del poder real nos indica que es lo que debe indignarnos y la indignación deja de ser nuestra, solo somos sus portadores útiles.
Una de nuestras experiencias en este sentido fue el estallido de 2001 en que una parte de la sociedad indignada salió a cazar políticos ante la novedad de haber perdido sus ahorros sin haberse percatado antes de que sus conciudadanos invisibles venían sufriendo consecuencias aún peores desde hacía una década. De aquellas jornadas de asambleas barriales, organizaciones políticas alternativas, El Manifiesto Argentino fue una de ellas, y referentes de todo tipo solo quedaron unos pocos, sobre todo en relación a la nueva expresión del trabajador desocupado y el militante desencantado y huérfano ante la debacle de los partidos políticos tradicionales
Para mirar fuera de nuestras fronteras, el fin del estado de bienestar europeo empezó a hacer crujir las estructuras y a producir desajustes políticos, sociales y económicas a una sociedad que se había olvidado de lo que era estar indignada. El estallido de las burbujas de los créditos subprime, sobre todo en España, que llevó a la desesperación a quienes perdían sus casas y sus trabajos mientras los gobiernos salvaban a los bancos con miles de millones de euros. Esto lanzó a las multitudes las calles con el alegato del libro Stephan Hessel como bandera. ¡Indígnate! De esta experiencia surgieron distintas organizaciones sociales y algunos nuevos partidos políticos con mayor o menor relevancia pero que al momento no parecen haber satisfecho aquellos reclamos.
Estos dos casos, el nuestro y otro mas lejano, nos muestran cuando la indignación produce una reacción inicial que pareciera poner al sistema patas para arriba y expone ideas imaginativas y audaces a montones en temas de los más variados pero que una vez bajada la espuma y se calman los ánimos con algunas medidas de conformidad, solo quedan algunos cambios de maquillaje pero el sistema que parecía derrumbarse sale fortalecido y con nuevas herramientas para sostenerse. Los perjudicados de siempre siguen donde estaban, siempre en un escalón más bajo del que partieron, y muchas veces los dirigentes políticos olvidando las banderas. Entonces, ¿debemos indignarnos con lo que nos indigna? Y a la vista de estos ejemplos ¿para que?
Ahí voy con mis preguntas iniciales acerca de si comprendemos lo que produce aquello que nos indigna y con qué información contamos para elaborar nuestra posición. La comprensión de la realidad nos es una cualidad gnóstica sino el resultado de un camino de elaboración de nuestra conciencia política y colectiva ya que las conclusiones individuales también suelen llevar a supuestos erróneos. La participación colectiva, el estudio y la discusión nos permiten aprehender y relacionar elementos que de otra forma quedan desconectados, fuera de contexto y obturan la posibilidad de procesar aquella información de la realidad que a través de la experiencia propia pero sobre todo a través de los medios masivos nos llegan. En este último aspecto es donde radica el esfuerzo del sistema por confundir a las sociedades, mantenerlas atomizadas y desorganizadas promoviendo la indignación individual que lleva a expresiones violentas, desconectadas entre si y que no son conducentes mas que para alentar mensajes de odio y preparar el camino para ofertas políticas autoritarias que profundizan las desigualdades y limitan los procesos democráticos.
Pero hay también experiencias que no dicen que hay caminos alternativos. En la serie documental Enmienda: Lucha por la igualdad, que vi en estos días por recomendación de nuestro disertante Eduardo Paredes, se muestra la historia de las luchas sociales en los EEUU durante los 2 siglos posteriores a su fundación. En ella se destacan a los líderes de tales luchas, sus anhelos y las particularidades de los procesos que llevaron por ejemplo a la abolición de la esclavitud, el voto femenino, el fin de la segregación y la defensa del derecho ciudadano de las minorías étnicas entre otros que estaban omitidos en su constitución, pero si algo queda claro en la serie es que ninguno de los logros obtenidos en las luchas fueron concesiones graciosas de los gobiernos o producto de indignaciones momentáneas por intensas que hayan sido. En todos los casos, la organización, la rebeldía contra los antiguos líderes que ya no los representan, la persistencia y voluntad férrea por sostener los reclamos a veces durante décadas, además de la integridad de nuevos liderazgos, que en muchos casos no esperaban ver los resultados, fueron la causa del triunfo. Muchos de estos logros fueron con supremas cortes de justicia en contra y un sistema político y legal rígidos y conservadores que parecían no dejar resquicios. La organización, la perseverancia y la presión del pueblo sobre las instituciones lograron los cambios y los sostienen.
Tenemos también ejemplos en nuestro país de luchas ganadas y sostenidas. Las luchas de madres y abuelas por memoria verdad y justicia, las que se realizan contra la minería a cielo abierto, las luchas feministas en contra de la violencia de género y la legalización del aborto y para venir más cerca, la lucha en nuestra provincia que logró un plebiscito ganado para evitar nuevas represas sobre el Paraná. Ninguna de ellas fue resultado de indignaciones momentáneas sino de aquellas que fueron construyendo una conciencia colectiva, no sin riesgos, y que a fuerza de organización y voluntad adquirieron la potencia necesaria para ser contundentes y lograr el cometido además de poder transmitirse a quienes tomaron la posta para sostener los logros.
Este 24 de mayo está prevista otra marcha nacional en reclamo de la renuncia de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por la democratización y federalización de la justicia federal y por la transformación de nuestro sistema judicial provincial. En la convocatoria de esta marcha se expresa nuestra indignación ante tantos desmanes producidos por un sistema judicial que solo sirve a los poderosos y a si mismo. Si este nuevo reclamo no nos encuentra organizados, con voluntad de sostenerlo y con la convicción que nos debe dar la compresión del origen de lo que se reclama, será un episodio mas de una indignación espasmódica que será fácilmente diluida en el fárrago de las tantas causas de indignación que nos imponen los medios de comunicación y sus mercenarios. Solo organizados podremos sostener nuestras propias indignaciones, que serán colectivas y en nuestro beneficio y del pueblo. Si no, serán individuales, al servicio de quienes nos indignan y no serán nuestras.
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3