Por Carlos Resio.
Desde la prehistoria, cuando la especie humana empezó a articular el pensamiento acerca de su destino y a buscar explicaciones sobre su finitud es que surgen los mitos sobre el fin de los tiempos. Este final, siempre imaginado en medio de cataclismos flamígeros, vendría del misterioso firmamento, allí donde habitan los dioses. La cultura judeo cristiana lo describe en el libro del Apocalipsis de la Biblia pero, a la vista de las condiciones actuales, yo creo ver un dispositivo de obsolescencia programada escondido en el mismo inicio del libreo sagrado, precisamente en el Génesis capítulo 1 versículo 26 donde dice:
“Y dijo Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo): Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra.” Génesis 1:26 NBLA (nueva biblia de las américas)
Más allá de este señalamiento divino, el ser humano ejerció este mandato incluso antes de conocer este diálogo entre Dios y algún o algunos interlocutores que no se mencionan. Dicen que dijo “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Esta capacidad de ejercer dominio parece ser la que mas nos gusta y no sería nuestra mejor capacidad ya que también se nos da por ejercer el dominio sobre nuestros congéneres, será porque no estuvo aclarado que estaba mal en el contrato original.
Ejercer este dominio, de forma irreflexiva y porque los dioses nos lo mandan nos ha traído a este estado de cosas. El planeta no da más y gran parte de los que lo habitamos tampoco.
La especie humana se ha expandido sin pausa desde que unas bandas de simios necesitaron caminar erguidas para ver por sobre el pastizal en que la dejó el cataclismo que formo la falla del Riff. Y en sus diferentes versiones de evolución y oleadas fueron modificando el paisaje ya sea elaborando herramientas y dejando marcas como presionando sobre las especies que le sirvieron de alimento extinguiéndolas en muchos casos como lo fue la megafauna que habitaba nuestras pampas antes de la llegada de la especie humana hace unos 15000 años.
Se estima que la población mundial en el siglo I era de 250 millones de persona y demoró 1700 años en duplicarse. La siguiente duplicación llevó 200 años y luego 50 años. En 1975 éramos 4000 millones y hoy superamos 8000 millones. La revolución industrial y tecnológica marca el inicio del crecimiento exponencial. La aceleración de los métodos de producción necesitó de un mercado de consumo y fuentes ingentes de materia prima. Los avances médicos y de higiene contribuyeron al crecimiento del número de consumidores y la colonización forzada de América, África y Asia sumó, por medio del saqueo y la explotación humana, la materia prima. Pero 400 años a ritmo creciente fue demasiado.
La revolución tecnológica del siglo XX y la financiarización de las inversiones aceleró el proceso y el consumo de hidrocarburos, el uso desenfrenado de descartables y la explosión demográfica fueron la sentencia final. Este último proceso se ocupó además de silenciar las disidencias.Tecnología acrítica poder económico, explotación, extractivismo y saqueo.
Pero hay voces importantes advirtiendo sobre las consecuencias desde hace más de 200 años. Cuando se denunciaba la explotación de niños en las minas de carbón británicas, el tráfico de esclavos y el robo de recursos naturales por parte de las potencias colonialistas también se advertía acerca de las consecuencias futuras de la actividad humana. Las luces amarillas y la amplificación de las advertencias tuvieron su momento en la década del 70 del siglo pasado cuando científicos y líderes políticos comenzaron a coincidir en distintos ámbitos de discusión. Este fue el caso de la Conferencia de naciones Unidas sobre el Medio Humano de Estocolmo, 21 de febrero de 1972 donde Juan Domingo Perón, en nombre de los países del tercer mundo (el fue uno de los impulsores de este bloque) tocó todos los temas involucrados con una admirable profundidad y en uno de sus párrafos decía “Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biósfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología, y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”No solo se explayó en el diagnóstico y el pronóstico de la situación sino que además propuso una lista de acciones a aplicarse en los países desarrollados, responsables principales del calentamiento global, y otra lista para ser aplicada en los países en vías de desarrollo. Recomiendo leer el discurso completo que hoy asombra por su vigencia.
Son muchos los líderes mundiales que se expresan sobre el tema, en Abya Yala son notables las intervenciones de Evo, Lula, Amlo y últimamente Petro. Los jefes del Norte poco han dicho sobre el tema cuando no lo han negado.
Pero ya nadie puede negar las evidencias y la aceleración de los procesos que el aumento de temperatura global y los niveles de contaminación provocan. Sequías, inundaciones, temperaturas extremas, muerte biológica de enormes zonas marinas, extinción acelerada de especies vivas e islas de plástico del tamaño de Bélgica flotando en los océanos ya no son eventos que haya que esperar, están aquí y hoy “nos sorprenden”.
Sin embargo las grandes mayorías sociales no parecen asumir su responsabilidad ni comprender que las consecuencias de este proceso las afectarán gravemente y siguen confiando en la magia tecnológica que, como viene sucediendo, promete solucionar con nuevos descubrimientos los daños que produjeron antiguos descubrimientos que venían a resolver a su vez los problemas que portentosos descubrimientos habían producido antes.Seguimos imaginando autos eléctricos y un mundo robotizado sin tener idea de cuáles serán las consecuencias de eso. La energía que consumirían todos los automóviles argentinos en caso de convertirse a eléctricos es la equivalente a 7 centrales nucleares como la de Atucha II. ¿Y que haríamos con las baterías una vez agotadas? Siguen pospuestas las respuestas a estas preguntas
El sistema que impera en el mundo sigue alimentando la idea de que el progreso humano irá resolviendo todos estos problemas y ofrece soluciones que avergüenzan a nuestra especie como es la construcción de una enorme cárcel flotante para destinar a sus celdas errantes a los desesperados y desesperadas que huyen del hambre, la violencia y la catástrofe ambiental producidos por sus carceleros. Y, si bien, cada vez más son las voces que señalan estos hechos, el jolgorio sigue a bordo del transatlántico del derroche de la misma forma que en la película de Felini, “E la nave va”, a pesar de que desde la bodega subía el hedor del rinoceronte que representaba la decadencia del viejo sistema y la cercanía del holocausto bélico mientras el paquebote enfilaba hacia el acorazado austríaco que lo hundirá mientras los pasajeros siguen cantando una ópera en honor a una soprano fallecida sin importarles su inminente destino.
Entonces, si no son el crecimiento ilimitado y la alegre idea de progreso vertiginoso los caminos que nos alejen de la catástrofe, ¿hacia dónde ir? ¿La solución está en manos de un puñado de veganos ricos que eligen ir a vivir a un predio cerrado en Paraguay cuidados por guardias privados? ¿O lo es la del compromiso de las nuevas generaciones dispuestas a despojarse de todo lo obtenido hasta hoy, asumir como único y vital tema lo ambiental y lograr el contagio de una masa crítica que incida globalmente? ¿Hay un tema más importante que la conservación el nuestro hábitat? ¿Estarán dispuestos los poderosos a resignar su poder y bienes? ¿Se reinventarán estos y también sacarán tajada de la nueva ola? Ya estamos viendo la apropiación de corrientes conservacionistas por parte de capitales especulativos que también querrán corromper estas acciones.
A veces me gana el pesimismo y pienso que somos una especie que tiene la ilusión de ser capaz de controlar su destino, una especie con una ilusión ajena a su propia realidad de ser un animal más y que hace lo que puede. Pero, como siempre que me siento descorazonado, luego de ese momento de tribulación retomo aquella frase de Sandro Pertini, que habiendo transitado el horror de la guerra en Europa, dijo “A veces en la vida no solo hay que saber luchar sin miedo, sino también sin esperanza” y quizá si no abandonamos la pelea aunque no se nos haga evidente la salida, en algún momento, más temprano que tarde, se den las circunstancias para evitar ese horrible escenario distópico que nos vienen mostrando la literatura y el cine desde hace años. Y si no, habremos cumplido dignamente con el intento de lograr el destino que la ilusión de ser los elegidos nos dice que podemos ser mejores y que, como especie excepcional, podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos.¿Quién lo sabe?
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3