(Por Mirta Botzman) De vuelta, resurgiendo de los avatares de la vida rural que elegí, con sus interrupciones en la conectividad y las picaduras de arañas y esas delicias. Por suerte todavía cantamos y aquí estamos.
La semana pasada se dio a conocer el índice de inflación y escuché a Mariquita y Beto hablar sobre el tema, pero igual, pese a que no será novedoso quiero hablar sobre el tema, en particular porque entiendo que el tema de la inflación afecta directamente la distribución del ingreso, en un momento además en que la pandemia ha recobrado nuevos bríos adelantándose al invierno. En el mes de abril la curva de contagios en el país aumentó dos veces y media. En la provincia todavía no estamos en una subida vertical, pero por eso mismo apelo a que todos hagamos uso de nuestra responsabilidad individual y colectiva y nos cuidemos, usemos correctamente el tapabocas y mantengamos la distancia social. La prevención nos va a ayudar a no tener que cerrar todo más adelante y eso permitirá mantener la actividad económica funcionando. Esto es muy importante para no volver atrás en la incipiente recuperación económica, en particular cuando los índices de pobreza en el país son alarmantes.
Esta absurda discusión desatada por el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con pretensiones presidenciales, que pone en estado de angustia a todo el país, cuando no estamos involucrados en esa discusión es una muestra más de cómo piensan y se mueven las clases dominantes en nuestro país, utilizan las desgracias y muertes para hacer campaña política o acceder al poder. La población no les interesa en lo más mínimo y por cierto mucho menos la educación a juzgar por el cierre de escuelas, aulas y disminución sistemática del presupuesto educativo, tanto en la nación de Macri como en la ciudad de Larreta. Hoy la actitud de esa oposición de derecha violenta es lo más parecido a la desestabilización del gobierno que vi en muchos años, por lo que no tengo dudas que tenemos que cerrar filas y defender el gobierno nacional y popular surgido de la voluntad mayoritaria de la población. Pero también la actitud de las empresas monopólicas productoras de la mayoría de los bienes que consumimos los argentinos es desestabilizadora y golpista. No hay motivos económicos que justifiquen los demenciales aumentos de precios y tras cada medida tomada por el gobierno para tratar de contener los aumentos, desde mesa de caballeros a otros tipos de controles, la respuesta de estos grupos dominantes es la misma, se dan vuelta y ese apretón de manos termina inmediatamente en una burla. Demuestran a cada paso que en la disputa por el poder valen mas los millones que tienen en las guaridas fiscales en el exterior que los millones de votos que confluyeron para que Alberto y Cristina gobiernen el país, después del desastre y la hecatombe a la que nos llevó la última aventura neo liberal de Macri. También por esto es fundamental el apoyo al gobierno en las próximas elecciones, las fórmulas del Frente de Todos tienen que sacar aún hasta más votos que en 2019 para reafirmar nuestra vocación democrática y anti neoliberal. Los votos son nuestra única y más poderosa arma para dar esta batalla.
Poco antes de dar a conocer el índice de inflación se dio a conocer como había aumentado la pobreza en el país.Obviamente un determinante de la insuficiencia de ingresos populares es el aumento de la pobreza. Además de la crisis y desocupación heredada del macrismo y la pandemia, la otra causa que más incide en el aumento de la pobreza, es la suba del precio de los alimentos, por encima incluso del promedio de la inflación minorista. Hemos reiterado en muchas oportunidades que son precisamente los sectores populares los que gastan sino todos, casi todos sus ingresos en la compra de alimentos por lo que la inflación en este rubro les pega con muchísima más dureza a estos sectores que a las clases medias y altas. Durante el año 2020, la Canasta Básica Alimentaria aumentó un 46% frente a un incremento del índice de precios al consumidor-nivel general del 34%. El auxilio brindado por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la Tarjeta Alimentar impidieron que el hambre devaste a la población más pobre entre los pobres.
Los datos disponibles del primer trimestre del año 2021 confirman esta tendencia e inclusive la agudizan. Consecuentemente, si no se regula el mercado de alimentos, no hay política de ingresos sustentable, se trate de paritarias, salario mínimo, fórmula de ajuste previsional, salario familiar masivo, ingreso social de emergencia o cualquier otra.
Que la canasta básica alimentaria haya aumentado un 46% en un año en que la economía se contrajo históricamente un -9,9% es un ejemplo muy palpable y clásico del funcionamiento de un mercado monopólico de bienes esenciales que actúa sin regulaciones. Muchas veces mencionamos aquí la enorme concentración en el país en la producción y comercialización de productos alimenticios. Esta posición monopólica les permite imponer los precios al consumo que quieren, apoyándose en dos factores importantes; por un lado, la demanda casi rígida de los bienes, porque no comer no es una opción- y que el Estado deberá cubrir la insuficiencia de ingresos populares para evitar el hambre y la conmoción social resultante.Las evidencias surgidas desde la crisis del 2001 es que los monopolios alimenticios de producción y comercialización se han apropiado del hecho positivo surgido de esa crisis, como fue la nutrida red de contención alimentaria y piso de ingresos que se construyó a partir de ese traumático momento para impedir su reiteración. Los movimientos sociales con sus más y sus menos son resultantes de la debacle de 2001. Queda clarísimo que la suba de precios de los alimentos definida por la renta monopólica desbarata las políticas de ingresos y presiona al Estado para sostener el abastecimiento de comida al pueblo.
El argumento esgrimido por muchos de que nuestro país tiene la particularidad de que consumimos lo mismo que exportamos y que por eso somos tomadores de la inflación o aumento de los precios a nivel internacional, es a mi juicio una falacia que se resolvería con mayores controles a los volúmenes exportados, sea por cuotas, sea por fijación y control de precios internos, por retenciones, etc. Es decir, el Estado tiene aún vigentes, distintos instrumentos para regular las ventas al exterior que fueron utilizados durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. En tanto el Gobierno no regule el impacto, trabajando con el concepto de “saldos exportables” netos del abastecimiento del mercado interno a precios diferentes de los definidos por la venta al exterior, los precios que rigen el consumo interno de los alimentos se mantendrán fuertemente incididos por el precio internacional. Salvo la voracidad por ganar mucho más no hay motivos económicos para ganar internamente las rentas extraordinarias que obtienen a nivel internacional. Hay contención de tarifas pagadas por toda la sociedad a través del Estado, los salarios son en pesos y aún menores que la inflación, etc.etc.etc.
Hoy el aumento de la demanda internacional también incide fuertemente en los precios internos. Las políticas de expansión de la demanda de las economías de mayor tamaño como China y la Unión Europea produjeron la elevación de los precios internacionales de granos, oleaginosas y carne.Un ejemplo muy claro que está ahora muy presente, es el precio de la carne vacuna que se encadena a los sucedáneos como el pollo y el cerdo. Los distintos cortes de carne vacuna y los consumos alternativos de pollo y cerdo experimentaron aumentos muy por encima del 34% interanual que arrojó el índice de precios al consumidor-nivel general. El resultado de este movimiento de los precios implicó que mientras aumentó un 13% la producción de carne vacuna entre 2015 y 2020, el consumo interno se redujo un 8%. El aumento en el precio del pollo y el cerdo está fuertemente influido por el aumento internacional en el precio del maíz que, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020 aumentó un 34% en el puerto de Rosario. También al igual que con la carne vacuna, la producción de maíz aumentó, pero el abastecimiento al mercado interno fue insuficiente. Es decir que claramente la renta monopólica y la demanda externa sin regulaciones conspira con una política de ingresos expansiva que recupere el daño provocado por la dupla macrismo + pandemia. Obviamente que no desconocemos las contradicciones que se presentan cuando se tiene la voluntad política de controlar las exportaciones.Subir aranceles o trabar exportaciones se contradice con la necesidad de generar divisas, un dilema de hierro de la estructura productiva local. Luego, impedir exportar puede significar también desalentar la producción interna. Puede ocurrir, como ocurrió en su momento con la carne, que en la mesa de los argentinos se coman los stocks, con lo que el remedio puede ser peor que la enfermedad. La solución que intentó el gobierno, y que buscó por diversas vías acordar con los frigoríficos exportadores, fue que se exporten los cortes caros y se dejen para el mercado interno los más baratos. En esta línea fueron todas las medidas para terminar con la venta de media res y avanzar al troceo. Los acuerdos no sólo no funcionaron, sino que los funcionarios detectaron, a partir de inconsistencias entre volúmenes y valores de exportación casos graves de subfacturación de exportaciones de carne, esto a pesar que los precios de referencia habían quedado totalmente desactualizados o exportaciones de empresas frigoríficas truchas. Estas últimas habilitadas gracias a la norma elaborada por el gobierno de Macri por el cual se puede habilitar una empresa en 24 horas sin cumplir el más mínimo requisito de formalidad Algunas de las exportaciones figuran al 10% del precio de referencia. Es decir que si la tonelada (solo para ejemplificar) cuesta 100 dólares algunas de estas empresas apercibidas registraban exportaciones a 10 dólares. Esta subfacturación obviamente implica un alto costo en impuestos no cobrados y fuga o no ingreso de las divisas correspondientes. Además de apercibimientos y multas hasta se llegó a quitarles la habilitación a algunas empresas las que no podrán volver a exportar carne. En realidad, es nuevamente un problema de regulación y control. Sería muy bueno que los funcionarios responsables de los controles y regulaciones terminen con sus prácticas laxas que terminan pareciendo protección a los empresarios y no a los intereses colectivos.Es fundamental instalar y ejercer regulaciones sobre el mercado de alimentos. No hay mercado interno potente sin alimentos y energía regulados.
Desde hace mucho tiempo venimos sosteniendo que sin un shock redistributivo que, al menos discursivamente, es compartido por el presidente Fernandez y el ministro Guzmán no es esperable un crecimiento sostenido con inclusión social. Las exportaciones constituyen una salida muy útil para pagar la deuda externa pero de ninguna manera incluye al conjunto de la sociedad. Las teorías del derrame y similares han demostrado a costos sociales altísimos que son falacias sin ningún sustento en la realidad.
Mientras aquí se publicaban los pavorosos índices de pobreza e inflación, el ministro Guzmán se vio en la necesidad de recorrer los ministerios de los países desarrollados, acreedores del país en el Club de París como en el FMI, explicando la enorme fragilidad de la economía argentina en que dejó la gestión macrista mas el covid19. Tal vez hubiera sido muy útil estar pensando y diseñando estrategias para contribuir a mejorar los ingresos de casi la mitad de la población del país.