Mirta Botzman.
Todavía con el estupor causado por el intento afortunadamente fallido de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner, en particular cuando se piensa en lo que sería hoy el país si esa bala hubiera salido de esa pistola. Es, creo, inevitable esa reflexión y también creo que desde el viernes pasado hasta ahora se ha dicho y escrito mucho sobre las posibles condicionantes y estímulos para que un joven intente perpetrar semejante tragedia. Alberto Fernández el día 2 de setiembre pasado dijo entre otras cosas: “Tenemos que volver a poner en práctica un pacto democrático donde la violencia sea excluida, el discurso del odio sea eliminado y el respeto sea un valor”. En esencia fue el mismo contenido del documento que el mismo 2 de septiembre, suscribieron diversas organizaciones sociales, religiosas, sindicales, organismos de derechos humanos, cámaras empresarias y un amplio abanico de formaciones de alto y variado nivel de representatividad, para repudiar el intento de asesinato de la vicepresidenta de la nación.
La masiva movilización popular en todo el país al día siguiente del intento de magnicidio es el escudo más efectivo para defender a nuestra vicepresidenta y nuestra democracia. Esa bala si hubiera salido mataba a la lidereza más importante de nuestro país, pero también terminaba de matar a la degradada democracia en la que estamos viviendo y creo que a eso se refería también el presidente. El atentado contra Cristina es parte de un proceso social que ha ido poniendo en crisis los consensos sociales gestados a partir de 1983.
La secuencia innumerable de fake new, la degradación de una parte importante del poder judicial con su cabeza ilegitimada, la persecución y asesinato de militantes sociales y políticos en el marco de represiones policiales sin un masivo rechazo de nuestra sociedad, las piedras facilitadas por Rodríguez Larreta a las ventanas de Cristina en el Senado, los escraches a dirigentes y artistas, etc. son hitos en este camino descendente, del que solo nos puede sacar un amplio acuerdo para enfrentar la amenaza neofacista. La verdad es que parece muy difícil recrear un acuerdo social como el establecido a la salida de la dictadura, porque la derecha se fue radicalizando al compás del avance del neoliberalismo y al compás de las radicalizaciones de las derechas de todo el mundo y esta es una época políticamente diferente porque en ese momento salíamos de la dictadura aunque los factores de poder desestabilizantes son los mismos y en algunos casos son los mismos apellidos.
No importa si el asesino fue un sicario enviado por tal o cual, o por una secta o una agrupación política, habrá que ver si aparece la punta del ovillo, para lo cual hay que movilizarse y exigir un esclarecimiento total de lo sucedido. Lo que sí es evidente que la vida democrática viene siendo atacada. Tanto por el discurso de AEA, como por la Embajada norteamericana, como también por la implantación de una cultura de resistencia del poder económico a las políticas redistributivas en nombre de un irrestricto derecho de propiedad privada que hemos venido reseñando desde hace tiempo en este espacio. Macri, López Murphy, Patricia Bullrich y otros miembros de su Alianza no son demócratas. Ellos militan la desesperanza humana, naturalizan la polarización social, el sometimiento de la Nación al alineamiento con los Estados Unidos, lo inevitable de profundizar la especialización del extractivismo de recursos naturales como matriz productiva. Estamos así frente a una situación inédita: el lawfare y el ajuste estructural convergen y muestran su lado oscuro. Esto casi nos cuesta la vida de la Vicepresidenta, pero ha dado a luz algo invalorable: el pueblo marcha a la cabeza de sus dirigentes y les recuerda que no hay tiempo para perder y que las conquistas históricas del peronismo y del tan odiado kirchnerismo no se entregan. A la disputa de proyectos la bautizan con el nombre despectivo de grieta. A su vez, el cierre de la grieta tiene como condición, según ellos mismos, la desaparición del kirchnerismo, con una terminología que denota su adhesión a la dictadura cívica militar iniciada en el país en 1976.
Frente al intento de magnicidio el viernes 2 se produjo una inmensa movilización popular de un pueblo que cíclicamente se manifiesta en puebladas, con un espíritu rebelde, construido por diversos hitos en su historia, como fueron el 17 de octubre, el Cordobazo y la rebelión anti-neoliberal de 2001. La Argentina insumisa emergió y desbordó el viernes indignada por el ataque a su mayor referente, Cristina Fernández. Ese desborde se extiende a su recelo al FMI, a la lógica represiva que desplegó la actual oposición cuando fue gobierno, y a los comportamientos inflacionarios del empresariado concentrado que está empobreciendo a más del 80% del pueblo.
Se podría decir que estamos frente a una crónica de un atentado anunciado. Efectivamente fueron muchas las voces que anticiparon la alta probabilidad de que ocurriera. Cristina Fernández de Kirchner ha sido estigmatizada, vilipendiada, agredida, sujeta de las mentiras incluso las más increíbles como la de haber enterrado fortunas en los campos de la Patagonia, diagnosticada por TV de sorprendentes enfermedades que la convirtieron en un monstruo deshumanizado y responsable de todo lo malo que le sucede en el país, y que se intensificó con los alegatos del fiscal Luciani por lo cual podía ser atacada con total libertad y sentimiento de impunidad. La misma técnica fue utilizada en Alemania por el nazismo contra los judíos lo que en ese momento facilitó la complicidad del pueblo alemán al genocidio perpetrado por Hitler y sus soldados.
El origen concreto del odio en nuestro país está en el sector social que no soporta políticas redistributivas, autonomía política del Estado y no alineamiento incondicional con Estados Unidos. De esa minoría poderosa salen las ideas madre. Luego, vienen los medios… y luego los macristas que se subieron a un discurso ya implantado por el aparato de medios de derecha. Juntos por el Cambio es inseparable de ese discurso de odio que además lo necesita porque no pueden decir con franqueza cuál es su propuesta económico-social a la sociedad porque es rechazada mayoritariamente; tampoco pueden hablar de su reciente gestión que fue desastrosa para el país y el conjunto del pueblo y ni hablar si se indaga un poco más profundamente acerca de los antecedentes de sus principales figuras. Por eso practican y fomentan el antikirchnerismo como fundamento de su discurso político. De hecho, Patricia Bullrich que es una de las que siente que tiene mayor impunidad para verbalizar sus principios básicos, fue muy clara cuando dijo que había que ganar credibilidad ante sus votantes mostrando que se estaba dispuesto a reprimir, que no había miedo a utilizar la fuerza, porque en el próximo gobierno habrá que utilizarla, si se quieren implementar las medidas “necesarias” para, de una buena vez, producir los cambios estructurales necesarios. Mostrar blandura, que no salgan muchas cabezas rotas de la movilización popular, sería una mala señal sobre la gobernabilidad futura a la que aspira la Presidenta del PRO. Para hacer lo mismo y más rápido que en su reciente gobierno se va a requerir mucha represión.
Mientras tanto, Massa convocado a tratar de arreglar algo del desaguisado dejado por Guzmán recién ahora comenzó a mostrar algunos resultados parecidos a sus promesas, claro que todavía no se están viendo las consecuencias de las medidas utilizadas para alcanzar esos resultados. El plan implementado por el ministro de Economía Sergio Massa cediendo a la extorción de los sojeros, por el que les dio un tipo de cambio diferencial para la exportación de soja, de 200 pesos netos para el productor, lo que representaría una diferencia con respecto al precio que cobra actualmente el productor que varía entre 35 y 50 por ciento, según el día de cotización en el mercado que se tome como referencia. Esta es la magnitud de la devaluación especial y acotada en principio al mes de setiembre, que recibirán los dueños de las tenencias de las 20 millones de toneladas de soja de la campaña 2021/22 aún no liquidadas. Dicho de otro modo: es como si le hubieran llevado las retenciones a las exportaciones del 33% a cero. Seguramente vamos a ver de forma casi inmediata las consecuencias de esta graciosa medida y que implicó que en dos días vendan 1.800.000 toneladas de soja, más que todo el mes de agosto. Una de las consecuencias será la mayor tasa de interés con la que el Banco Central buscará absorber los pesos volcados al mercado para pagarle a los sojeros, encareciendo el crédito para pymes y consumo y frenando aún más el consumo. Ojo a los usuarios de financiamiento con tarjetas de crédito. La magnitud de esta medida permite observar tanto las urgencias que atraviesa el Gobierno en materia de dólares como así también la cada vez mayor distancia entre la gestión económica del ejecutivo y sectores cercanos al oficialismo, que empiezan a mirar con mucho recelo las actuales medidas y obviamente manteniendo la crítica sobre las anteriores que viene implementando el gobierno.
El Centro CIFRA de la CTA encabezado por Pablo Manzanelli, en su último Informe de Coyuntura, dice “la encrucijada que atraviesa actualmente la economía argentina no está para nada disociada de las consecuencias de la política económica moderada que desplegó el Frente de Todos” frente a la crisis de deuda heredada y la pandemia, y añadió que “la expresión más sobresaliente de esto fue, por un lado, la incapacidad para acumular reservas internacionales en el marco de un abultado excedente comercial, y por el otro la insustentabilidad social -y por ende política- del planteo económico, es decir, la profundización de la regresividad distributiva iniciada en 2018” que describe como la caída de los salarios reales y la “significativa” elevación de los márgenes de ganancia de las grandes empresas.
Con el viaje del ministro a Washington, la Argentina volverá a una de sus peores tradiciones: que los presupuestos –que son los lineamientos de la política económica– sean redactados en las oficinas del organismo multilateral. Kristalina Georgieva escuchará de boca de Massa, como cierre del viaje, como se llegará a la meta del FMI del 1,9% de déficit durante 2023. También le contará cómo se cortó la emisión monetaria que seguramente alegrará también a Rosatti quien ya no sólo se autoelige como presidente de la Corte sino que también ahora opina sobre la política monetaria. Ya tuvo resultados distendiendo la relación con el conocido Claver Carone, presidente del BID que en conferencia de prensa conjunta dijo alegrarse de que la política argentina ahora sea holística, evidenciando que no sólo le caía mal Beliz por haber competido por la presidencia del organismo, sino que tampoco le caía simpático Martín Guzmán. Ahora y excepcionalmente a su política habitual, el organismo le va a desembolsar dólares al país para fortalecer las reservas del Banco Central. Al viaje se le adelantó como parte de la comitiva negociadora, Gabriel Rubinstein, alguien que como contamos la vez pasada, sabe bastante de discursos de odio contra CFK. Sobre el fin de septiembre, el INDEC publicará los datos de pobreza para el primer semestre del año, que prometen ser apabullantes, pero para cierta tranquilidad de los sectores de nuestro país que están en la indigencia, está Cristina Kirchner, que al día siguiente y los subsiguientes al intento de su asesinato gestionó que parte de los recursos obtenidos de los sojeros fueran destinados a paliar en parte ésta muy dolorosa situación que es estar en la indigencia, es decir no tener ingresos suficientes para completar una canasta de alimentos. Este despliegue de trabajo por parte de la vicepresidenta permite demostrar una vez más que al contrario de lo dicho por algunos líderes opositores y medios dominantes que sostienen que «este incidente” como llaman al intento de magnicidio, fue una operación armada por la propia Cristina para victimizarse. Si hay alguien que no se victimiza siendo víctima esa es Cristina Fernández.