(Por Mirta Botzman) Para comenzar debo confesar que cometí el pecado de una profunda ingenuidad ilusoria. Cuando comenzó la pandemia, dije en este espacio que pensaba o esperaba que la humanidad iba probablemente a salir mucho mejor y más solidaria que antes de entrar en esto terrible que nos pasa. No sólo que no hay mayor solidaridad entre seres humanos (miembros de un mismo país, sino basta con mirar el horror de la oposición y el poder económico, sino también entre países y la concentración y aumento de la riqueza de los más ricos y la absoluta desigualdad en la distribución de las vacunas a nivel mundial es sólo un ejemplo y sobre esto quería hablar hoy. La pandemia iluminó, diría brutalmente, la dinámica del “sálvese quien pueda” en el escenario mundial donde parecería que la población pelea individualmente contra la muerte. En el año de pandemia aumentó la desigualdad económica entre países y al interior de países como el nuestro.
Hoy ya asimilamos que la vida y la salud de la población mundial dependen del acceso a las vacunas contra este virus, y ese acceso se encuentra condicionado por la enorme concentración del poder y de la riqueza a escala mundial. Un puñado de corporaciones farmacéuticas de los países más ricos del mundo controlan las patentes de estas vacunas, generando o profundizando una brecha que parece muy difícil de cerrar. El 80% de las dosis de las vacunas producidas hasta ahora están en manos de los países más ricos y llegan con cuentagotas a los países de ingresos medios. Los cuellos de botella en la distribución erosionan la capacidad que estos países tienen para luchar contra la pandemia. Esta situación se agrava por la exclusión de los 130 países más pobres del mundo de todo acceso a las vacunas. La brutal inequidad anuncia consecuencias impredecibles: el posible desarrollo de nuevas mutaciones más letales del virus, resistentes a las vacunas conocidas, que convertirían a la pandemia en un fenómeno incontrolable.
Esta descripción, a mi juicio, pone de manifiesto con total claridad,la irracionalidad de una estructura de poder mundial regida por la dinámica de acumulación ilimitada por parte de un puñado de monopolios, que imponen al mundo su lógica de ganancias y rentas. En el proceso, destruyen el derecho a la vida y a la salud, erosionan la legitimidad de las instituciones y agudizan los conflictos sociales y geopolíticos. Hay, sin embargo, algo más: la pandemia saca a la intemperie los mecanismos que reproducen esta estructura de poder,entre los que se cuentan las políticas implementadas a lo largo de las últimas décadas.
Es tan brutalmente visible y diría insostenible a largo plazo esta situación que, no hace mucho, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) llamó a cambiar las reglas de juego. La declaración de la UNCTAD llega a “cuestionar el poder económico”, el objetivo debería ser, de acuerdo al organismo de Naciones Unidas, impulsar un contrato social más fuerte, que imponga límites a la concentración del poder económico y a la creciente desigualdad social. Es decir, se trata de revertir un modelo que prescribe el crecimiento a partir de la “austeridad macroeconómica”, es decir, fiscal y monetaria, y que pone el énfasis en las exportaciones como el factor dinamizador del crecimiento, tanto a nivel global como de los países. Este modelo, como comentamos algunas semanas atrás, ha buscado la restricción de los salarios y del gasto social como condición necesaria para el crecimiento económico. El resultado es una economía dual que, por un lado, tiene un sector muy concentrado que acapara rentas y ganancias y, por el otro, una enorme cantidad de población condenada a la marginalidad, padeciendo esa enorme desigualdad económica y social. Esto ocurre tanto en los países centrales como en los de la periferia y se ha profundizado con el desarrollo de la economía digital. Cómo ejemplo podemos ver lo que pasó con Marco Galperindueño de Mercado Libre, que a fines del primer año de pandemia pasó a ser la persona más rica del país con un patrimonio de US$ 6.200 millones y decidió radicarse en Uruguay para no pagar impuestos en el país y es uno de los que acudió a la justicia para no pagar la contribución por única vez y de manera extraordinaria para compensar los gastos por el Covid 19.
El informe de la UNCTAD propone revertir el modelo de la austeridad macroeconómica. La enorme concentración económica en las cadenas de valor de los alimentos refleja, como en el caso de las corporaciones farmacéuticas, el dominio que un puñado de monopolios tiene sobre las tecnologías y sus patentes. Con este escenario, los países productores y exportadores de alimentos no pueden resolver sus problemas de crecimiento simplemente en base a exportaciones. Las mismas están dominadas por corporaciones que acaparan rentas a partir del control monopólico de tecnologías cruciales en determinados eslabones de las cadenas de valor. Esto ha llevado a lo que conocemos como el eterno déficit fiscal y endeudamiento de países como el nuestro. Así, tanto la inseguridad alimentaria como la falta de vacunas constituyen la contra cara de la concentración económica, tecnológica y financiera mundial.
La situación es tan compleja a nivel global, que son muchos los organismos internacionales que convocan a, digamos suavizar la situación de tan grave desigualdad a nivel mundial. Tanto la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) proponen gravar con un impuesto especial a las grandes corporaciones y más recientemente el presidente de EUA, Biden, parece querer reflotar las viejas políticas de bienestar. Pero a pesar de esas positivas declaraciones, no hacen referencia ni se dan por enterados de la magnitud del problema que representa el endeudamiento ilimitado y las políticas que conducen al mismo. De ahí que no pueda extrañar que la “austeridad” fiscal y monetaria, y el impulso a las exportaciones, sigan siendo la bandera que el FMI impone en todas las reestructuraciones de deuda, incluso a los países más pobres y en medio de la pandemia. También el titular del BID quien fue el representante de Trump en el FMI cuando le financiaron la campaña a Macri, afirmó que el «covid-19 ha golpeado a América Latina y el Caribe, como en ningún otro lugar del mundo», para enfatizar que se asiste al «peor declive desde 1821». Además de la incidencia en la salud de la región, el impacto económico es regresivo y se mide en crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la desigualdad y una brutal concentración del ingreso y la riqueza, sumado al colapso sanitario. Entre otros aspectos, discrimina a los sectores más empobrecidos, las trabajadoras y los trabajadores, principalmente a mujeres y jóvenes, tal como indica el estudio del FMI en la zona latinoamericana y caribeña. Para el titular del BID el crecimiento económico de la región «fue el más lento del mundo o la brecha entre ricos y pobres es una de las más amplias del mundo».América Latina y el Caribe, tiene una población que es el 8% del total mundial, y reúne un tercio de contagios y muertes, con el problema de países que parecían alejados del flagelo, ahora se agregan a la vulnerabilidad.Ya no solo preocupan Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Ecuador o Argentina, sino que se suman Uruguay y Paraguay que hasta hace poco parecían a salvo y más allá de la pandemia.
Vamos a insistir en que la gravedad de la crisis actual genera, una oportunidad única para resistir las presiones del FMI y buscar la asociación con los países periféricos para pujar en todos los foros posibles, por la eliminación del endeudamiento ilimitado y las políticas que lo reproducen.
Volviendo a las vacunas, está claro que lo que se requiere es la aplicación universal de las vacunas que hoy están en circulación. Lo que sucede con el fenómeno de la mercantilización de las vacunas es que se asume a la salud como una mercancía, en lugar de considerarlo un derecho humano tal como es el derecho a la salud. Por esto es fundamental el debate suscitado por la “suspensión” de las patentes, en contra de los acuerdos de propiedad intelectual, que es la agenda estratégica en la Organización Mundial de Comercio (OMC).Esta iniciativa por la liberación de las patentes está impulsada por más de un centenar de países y una creciente demanda de organizaciones sociales globales entre las que destaca la campaña de “médicos sin fronteras”, que crece en el apoyo social.La realidad es que las patentes son detentadas y defendidas por grandes laboratorios con importantes ganancias en los balances empresarios y en la valorización de los capitales invertidos, a pesar que la mayor parte de las investigaciones fueron financiadas con los fondos públicos de los gobiernos. Es decir, mayormente no fueron inversión privada.Claro que no hay producción posible sin desarrollo científico y técnico, resultado de una inversión pública con suficiente densidad de promoción de potencial humano acorde con los tiempos donde la productividad se define desde la innovación y la creatividad.La transnacionalización de cadenas productivas, donde el diseño industrial y tecnológico con sus respectivas patentes están radicadas en países del Norte Global y, en cambio, las plantas de producción a escala están radicadas en países del Sur Global en procura de abaratar “costos”, no es un dato novedoso, por ejemplo, para la industria textil, automotriz y alimentaria, entre otras.Si bien nuestro país es muy reconocido por la calidad de sus científicos y de algunas de las plantas de producción de medicamentos y por eso entramos en la mira para producir primero la vacuna de Astra Zeneca, Sputnik y Sinopharmen plantas, la mayoría sino todas, inauguradas durante el gobierno de Cristina Kirchner quien apostó fuertemente a nuestro desarrollo científico tecnológico, el país, a partir del macrismo y la crisis, también se convirtió en fuertemente atractivo por el abaratamiento de los salarios en dólares, es decir, nos caben las generales de la ley de cómo funcionan las maquilas a nivel mundial en todos los sectores industriales. Mirando a la región, el optimismo proviene de Cuba y la consolidación de años de trabajo en materia de salud, especialmente con los resultados de la vacuna Soberana.
Pero también entramos en la disputa geopolítica en la que están embarcados EEUU, China y Rusia. Mientras China y Rusia desplegaron su estrategia de venta de vacunas, Estados Unidos acaparaba de manera desmedida todas las vacunas habidas y por haber. Tanto que ahora reconocen que les sobra 60 millones de vacunas de Astra Zeneca que ni siquiera tiene autorización para ser aplicada en ese país. Ahora y para tratar de desplazar a China y a Rusia de su presencia en nuestros países accedieron a exportar lo stockeado inútilmente, probablemente de esas vacunas algunos millones nos va a llegar próximamente. Mientras se dan estas disputas greopolíticas, estamos entrando en un momento especialmente difícil en términos de vacunas, India que es el principal productor de vacunas a nivel mundial está en el nivel de contagios más grande del mundo, y China tiene por delante los festejos del aniversario número 100 del Partido comunista que congrega a millones de habitantes a los que quiere vacunar antes de la celebración, con lo que es muy probable que ambos dejen de vender al exterior.Mientras tanto Pfizer despliega un lobby fenomenal para desprestigiar a todas las vacunas que no sean producidos por ellos que se cansaron de incumplir contratos y que imponen cláusulas inaceptables para cualquier país que trate de defender su soberanía. Las presiones del establishment mediático para que el país compre las Pfizer son sin disimulo, se ve por los abultados sobres que sobresalen de sus corruptos bolsillos.(no olvidemos que Pfizer tiene intereses en Clarín vía el Grupo Black Rock). Como ven todo tiene que ver con todo, mientras tanto nuestro ministro Guzmán sigue leyendo sus libros ortodoxos y pelea para no inyectar dinero a la economía mediante aumento de los ingresos a los sectores más empobrecidos de nuestro país, pero esto será tema de alguna otra columna.