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La prensa opositora sentencia: el Gobierno decae

La fortaleza del Gobierno ante disputas económicas decisivas, por la oferta oficial sobre la deuda externa y el debate parlamentario por el impuesto a los multimillonarios, recibió un formidable ataque por el tema de la liberación de presos. Decenas de “noticias” y “análisis” sentencian el decaimiento del presidente Alberto Fernández y el final del apoyo popular que tanto consterna a tenedores de bonos y oligarcas.
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Hugo Muleiro en La 99.3, el 4 de mayo de 2020

Las notas del domingo en Clarín, La Nación e Infobae se regodean en el triunfo político obtenido por estos opositores en el caceroleo del jueves a base de mentiras alevosas, muy por encima de las decisiones deplorables de algunos jueces, la comunicación oficial confusa, la falta de previsión por la maniobra en ciernes y el acelerado griterío punitivo de algunos funcionarios, entre quienes Massa y Berni obtienen una línea editorial indulgente y hasta algún elogio a regañadientes.

Lo que pareció una línea ideológica delirante y grotesca en boca de la senadora provincial ultraderechista Beccar Varela anidó como base argumental de fondo de los analistas más lustrosos, como Morales Solá, Pagni, Kirschbaum y Tenembaum; de los odiadores más descarnados, como Roa, González, Wiñazki y Fernández Díaz, y del resto del batallón: todos y todas coincidieron en que el kirchnerismo planeó y ejecutó la liberación de miles de presos peligrosos que pronto estarían golpeando a las puertas de los hogares de clase media y, en suma, apropiándose del país. Dos días de títulos y metralla zocalera activaron a los caceroleros.

La mala noticia para la Argentina es que la secuencia de estos días evidencia que el sistema mediático, con la derecha política apenas como furgón de cola, puede movilizar a miles de personas, torcer discursos y condicionar a un Gobierno que apenas empieza. Y lo peor es que lo logra a fuerza de patrañas, llamadas ahora “fake news”, como el caso del “liberado ayer que hoy salió a robar”, oportunamente fotografiado en el barrio porteño de Caballito y con el todavía más propicio desafío a la policía: “llevame que mañana salgo de vuelta”.

La lista de quienes tipean esta línea política alcanza para formar un once titular y contar con suplentes: Roa, Gambini, González, Van der Kooy, Miguel Wiñazki, en Clarín; Dapelo, Saguier, Jastreblansky, R. Yebra, Di Marco, Suppo, Majul, Olivera, Guyot, Liotti, Morales Solá, Sirvén, en La Nación; Tenembaum, Blanco, en Infobae. La lista no incluye a otros, ignotos, y refiere únicamente a las notas en estas tres publicaciones, porque luego habría que sumar a todos quienes recitan el libreto en radios y canales de televisión.

Aunque por supuesto hay matices, fintas discursivas y algún intento de ilustración, como una infaltable cita literaria de Borges por Fernández Díaz, la teoría de fondo es que se avecina el peligro y el caos por esta operación expresamente diseñada, tal como lo dijo Beccar Varela.

Oro en bandeja para las oligarquías que quieren al gobierno lo más débil posible, para pelear mejor por la plata: sectores significativos y sonoros de clases medias protestaron bajo la invocación de la seguridad cuando la pandemia, con la cuarentena, hace que el país atraviese semanas con los índices más bajos e impensables de delitos.

La semana editorial también había comenzado con enfoques destinados a corroer la figura presidencial y su poder: el anuncio sobre salidas recreativas luego no permitidas en varios distritos llevó a las que son, hasta ahora, las definiciones más duras contra Alberto Fernández desde que hace casi un año fue postulado como precandidato. En Clarín, el editor Vaca escribió que el Presidente solo quiso hacer un anuncio político agradable para las familias, sabiendo que “los otros” pagarán los costos por los enfermos y muertos.

Es que, convalidó Pagni en La Nación, la imagen presidencial está en baja, porque “la luna de miel empieza a resentirse”. Así, nos presenta a un Fernández que comete una “picardía política”, por puro especulador, igual a lo escrito por Roa el sábado en Clarín, quien además se da el gusto de interpretar que el caceroleo del jueves fue para el Presidente.

Y así, del Fernández malo y avieso, puro especulador y ya no el conductor que enfrenta bien la pandemia, pasamos al Fernández timorato, también con el fin de desacreditar a la persona, de lo que mucho sabe Cristina Kirchner. El sábado en La Nación, Guyot tecleó que “no sabemos lo que piensa Fernández. Sólo tenemos lo que dice y eso no es gran cosa, porque no suele decir lo que piensa”. Con otro ángulo, Fioriti publicó el domingo en Clarín que los intendentes recurren al Presidente pero él los manda a hablar con Kicillof, para que Cristina no se enoje. Desmiente así varios artículos, de su propio diario y de otros, que daban al gobernador consternado porque los intendentes lo puenteaban en diálogos directos con Olivos.

La sentencia de Morales Solá el domingo es que se llegó al “hartazgo social” por lo de los presos, un tema en el que Berni es “el único cristinista con una noción de la seguridad pública”. Este columnista nos concede que el hacinamiento carcelario “existe” y que “es cierto” que el coronavirus puede causar un desastre. También reconoce que por este mismo motivo hay liberaciones de prisioneros en Estados Unidos, Francia, España y Gran Bretaña, pero esos son países que hacen las cosas bien, dice. Claro que su propio diario, sin querer, lo deja en ridículo: a pocos centímetros de su nota, el domingo por la mañana, estaba publicada una noticia de un desastre mayúsculo en cárceles norteamericanas, entre ellas la de Marion, Ohio, con el 80 por ciento de 2500 reclusos contagiados, además de 175 guardias. Todo un ejemplo de gestión.

La corrosión de la figura presidencial está también en terceras y cuartas líneas. Por caso Sirvén, en La Nación, que habla de un “albertismo” moderado, los “mansos” que no combaten con los malos, y tal vez sean “meros pusilánimes” y hasta “ingenuos idiotas útiles”. Es menos brutal pero reproduce puntualmente esa línea Tenembaum, en Infobae, cuando critica al Presidente por su “inentendible” posición sobre los presos y porque “no desautoriza” las “aberraciones”.

Detrás de este gran despliegue esperan las definiciones sobre la deuda y el impuesto a los multimillonarios: como escribió Bonelli el viernes en Clarín, como repite Canedo el domingo en el mismo diario y lo sostuvo Scibona en La Nación.

Otro gran reproche a Fernández es la política exterior, en lo que se ven nítidamente las preferencias de la administración Trump, que varios columnistas, como siempre, hacen propias. Después de Morales Solá y Pagni a mitad de semana, Kirschbaum de Clarín y un tal Schamis en Infobae publican el domingo ideas gemelas: desaprueban al Presidente por su postura sobre Bolivia (“todavía no reconoció al nuevo gobierno”, lamenta el jefe de Clarín); sobre Uruguay por su amistad con Pepe Mujica; sobre Chile por su amistad con Enriquez-Ominami; sobre Brasil por haber visitado a Lula.

La nota de InfoMiami también menciona el voto “castro-chavista” en la OEA.

Es difícil imaginar cuándo esta gente encontrará un límite. Tal vez, como dice una placa humorística que circuló en estos días, pronto tendremos el título: “Cuba envía fiscales y jueces”.

Semana a semana el periodista y escritor Hugo Muleiro repasa con detenimiento las columnas de opinión y análisis de los principales medios gráficos de mayor alcance nacional en tanto hegemónicos. Sus columnas se publican en Comunicadores de la Argentina (OPERETAS. www.comunanet.com.ar)

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