(Carlos Resio) Hay procesos que se repiten cíclicamente a través de la historia universal de los pueblos. En el período republicano de la antigua Roma existían asambleas populares o contiones que servían para difundir ideas, informar proyectos y leyes o realizar ataques políticos. Cicerón, el orador de la república, alertaba allí acerca de la importancia de rumores o bulos denunciando, incluso, especies vertidas en escritos en los muros del foro y edificios públicos que se difundían entre las capas bajas de la población para predisponerla a aceptar golpes palaciegos, que no aseguraban precisamente un retiro jubilatorio al gobernante difamado sino, con suerte, una tumba.
Hay un episodio en el que el propio senador Cicerón vierte acusaciones infundadas contra su colega el senador Catilina hasta lograr que éste fuera ejecutado declarando luego que había preservado a Roma de un monstruo. Además de incidir para que el sistema juzgara y condenara al político, Cicerón había preparado al resto de sus colegas y al pueblo para que naturalizaran la ejecución. Logró que la muerte violenta fuera algo aceptable para tales circunstancias. Él mismo fue asesinado en venganza por la muerte de Julio César a quien siempre consideró un tirano. Según sabemos, estas prácticas eran comunes hace 2100 años y seguramente también mucho antes.
Las informaciones falsas, “fake news”, fueron utilizadas muchas veces para desacreditar al adversario pero también para crear los climas sociales y políticos que justifiquen hechos que en circunstancia de una opinión pública formada e informada correctamente hubieran sido inaceptables y hasta abominables. En la actualidad podemos ver que la táctica es la misma. Solo han cambiado los medios tecnológicos y se han refinado las formas con que se difunden las difamaciones. Quizá sean la velocidad con que se difunden calumnias y su aceptación como verdades o el reemplazo de los escritos en paredes por “memes” para esta difusión, las novedades que sorprenderían a un romano del siglo I. No es un método novedoso.
Salteando siglos llegamos a nuestro tiempo y las cosas no han cambiado tanto. En este sentido, existen innumerables estudios que describen estos procesos de preformación de opiniones y sentido común en las sociedades y como pueden ser utilizados para distintos fines. Es el caso de la ventana de Oberton, una guía para convertir ideas absurdas o inaceptables en deseables para ser llevadas luego a políticas públicas. Este trabajo fue realizado en EEUU por Joseph Oberton a fines del siglo XX y popularizada a partir de la primera década de este siglo coincidentemente con la aparición de los términos “fake news” y “lawfare”. ¿Coincidencias? Su trabajo muestra cómo es que ideas que resultan absurdas van dejando de serlo hasta ser aceptadas y defendidas como ideales por la sociedad si se incide sobre sus opiniones con información convenientemente trabajada. De otra forma ¿cómo hubiera sido posible, por ejemplo, que se privatizaran YPF y Aerolíneas Argentinas o que alguien con las características de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri llegaran a ser presidentes? También hay que decir que estos mecanismos no solo son utilizados por las derechas, también están disponibles para sectores de la izquierda autoritaria y han sido utilizados, por ejemplo, trágicamente en Rusia tras la toma del poder por parte de Joseph Stalin.
Para mencionar nuestra región, sabemos que las denuncias sobre narcoterrorismo en la triple frontera, nunca probadas fehacientemente, tienen como objetivo volcar la opinión pública para que acepte en la zona primero la militarización y luego la presencia de tropas norteamericanas lo que hoy consideramos inadmisibles.
Sabido todo esto, ¿cuáles son las herramientas que le quedan al proceso democrático hecho con mejores prácticas? ¿Cómo defendernos de un energúmeno que insulta y agrede desde los medios inyectando odio en la sociedad desprevenida? Más aún, ¿qué decir cuando este conductor mediático ha logrado que la responsable de INADI sea acusada de autoritaria y cercenadora de la libertad de expresión después de haber declarado que quiere un país donde sus dichos no sean tolerados por la sociedad?
Creo que una pista nos la dio el ministro de defensa Agustín Rossi en su rápida reacción ante el anuncio de conformación de la Mesa de Encuentro Libertador General San Martín. Este conciliábulo de militares y miembros de seguridad retirados pretendieron erigirse en un espacio de discusión para sugerir políticas públicas y señalar errores en representación de sus camaradas de armas. Rápidamente el ministro puso las cosas en su lugar y las llamó por su nombre. Llamó conspiradores a los conspiradores y el grupo duró menos de lo que se tarda en leer el titular del diario La Nación donde fueron presentados. No podía ser en otro diario. Los miembros del frustrado intento tenían suficientes antecedentes para tal denominación y Rossi no lo dudó. Su compromiso con la democracia y la legitimidad de su cargo le dieron la fuerza.
Los personajes antidemocráticos que pululan en los medios y también en la política nacional podrán vociferar sus falacias, sus discursos de odio y disgregación, no pueden hacer otra cosa, son como el escorpión sobre la rana. Pero su efecto será nulo si la mayoría del pueblo conserva firmes sus convicciones democráticas para que sus representantes actúen con la tranquilidad que les da la legitimidad conferida por el apoyo popular. Ningún intento destituyente, ninguna peregrina idea libertaria o de odio de clases podrá hacer mella en el proceso democrático siempre y cuando se profundicen los valores que se recuperaron a partir de su retorno después de la oscura noche que benefició a muchos de los que hoy vociferan. Por esto es que quienes exigimos más democracia como camino para lograr el destino del pueblo debemos reafirmar la conciencia acerca del valor de la formación política, del compromiso ciudadano y de la militancia y difundirlos a nuestros conciudadanos para contrarrestar a los profetas del odio. En lugar de escandalizarnos por cada una de sus provocaciones tendremos que ocupar todos los espacios de la vida social y política con una convicción que no deje lugar para que puedan inocular la duda para crear las condiciones que nos haga volver a considerar aceptables la pérdida de derechos y la naturalización de la muerte. Ya dijimos Nunca Más.
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3