(Por Carlos Resio) Erisictón, personaje de la mitología griega, era un rey de Tesalia que despreciaba a los dioses y no les ofrecía sacrificios, decidió cortar un árbol sagrado para los adoradores de la diosa Deméter para hacer el techo de su sala de banquetes. En castigo, la encolerizada diosa, ordenó a Némesis, la venganza, y a Limos, el hambre, que ingresaran en sus entrañas y le provocaran un apetito insaciable, mientras más comía más hambre tenía a tal punto que al terminarse los alimentos provistos por sus riquezas y hasta por el dinero surgido de la venta de su propia hija, Erisictón se devoró a sí mismo. Cada vez es más evidente que el capitalismo exacerbado en que vivimos está dispuesto a sacarle hasta la última gota a la tierra aunque eso amenace a llevarnos a un colapso definitivo.
En una entrevista televisiva que el periodista Gustavo Silvestre le hizo el lunes 3 de mayo pasado en su programa Minuto Uno el nuevo ministro de transporte, Alexis Guerrera, dijo: “No quiero sumarme a la dramatización de la Hidrovía. Hay que preguntarse si la Argentina está en condiciones de hacerse cargo de esa tarea. No hay muchas empresas en el mundo que se dediquen a eso. Nuestro país perdió lo que poseía hace 50 años atrás, como flotas navieras y de dragado”. El ministro es quien está a cargo del proceso de concesiones al que parecen estar destinados los servicios que se prestan dentro del sistema de navegación con que se configura el río Paraná desde el delta mesopotámico hasta la isla del Cerrito en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay para satisfacer proyectos ajenos al desarrollo nacional.Con este párrafo, cargado de mediocridad y menemismo, nos está diciendo quédense al margen del tema, no es para tanto, nosotros no podemos, no vale la pena otra cosa, necesitamos que nos modernicen. Nos quiere convencer de que ya pasó la hora en la que fuimos capaces de tener una de las flotas mercante más grandes del mundo o vaya a saber si también piensa que somos capaces de construir satélites y centrales nucleares de pura suerte y no por capacidad política y técnica. Empezó muy mal el ministro. No son funcionarios así los que necesitamos. Pero también debemos decirle a quienes nombraron a este ministro, que no es eso lo que queremos para nuestro río.
El río Paraná se ha convertido en un campo de batalla y como la primera víctima cuando se declara una guerra es la verdad (lord Arthur Ponsonby) es que innumerables personalidades, organizaciones políticas, sociales y sindicales, entre ellas el Manifiesto Argentino, nos hemos puesto como primer objetivo el rescate de la verdad en esta contienda. Lo reconoce el ministro al decir, en el mismo programa televisivo, que hace seis meses los argentinos no tenían idea de lo que era la hidrovía. Ahora sabemos mucho más que entonces y estamos dispuestos a exigir la participación popular en las decisiones sobre lo que se hará con la navegación en el río y los procesos por los cuales se extraen las riquezas del país. Desde el Manifiesto Argentino proponemos una consulta popular para decidir si recuperamos la soberanía sobre nuestro río y así honrar su defensa en la Vuelta de Obligado y en el Quebracho o si queremos que el río Paraná vuelva a ser presa de los mismos depredadores de siempre apoyados también por los descendientes de los cipayos que alentaron aquel original despojo. Basta ver cuántos apellidos de los que hoy promueven prácticas neoliberales en Argentina estaban presentes en las bordas de los barcos ingleses y franceses que subían por el río aquel 20 de noviembre de 1845.
En mi columna del 10 de abril pasado expuse algunas cuestiones vinculadas al tráfico fluvial, su entrega menemista, la inexistencia de mecanismos de control y las dimensiones del negocio que representa el hecho de que el 80% de las exportaciones argentinas salen por los puertos privados de la franja costera cercana a Rosario y como son utilizadas las debilidades ofrecidas por el estado para esconder los números con el único objetivo de llevarse una ganancia adicional. Algunos llegan a estimar que es de hasta un 30%, lo que escamotean mediante la elusión y la evasión. Recordemos que los puertos informan sus cargas apenas con una declaración jurada ante la vista engordada de quienes deben controlar. También hablé acerca de cómo esa producción exportada es de las que menos mano de obra por capital invertido genera.
En este campo de batalla que es y fue el río Paraná, no solo disputan entre sí quienes quieren quedarse con los negocios sino ahora también quienes pretendemos que el río se convierta en aliado del pueblo y sea actor principal en su desarrollo y su buen vivir. No es solo asunto de las comunidades que viven en sus riveras sino también de aquellos que, aunque lejos de él, fueron víctima del despojo de sus tierras, montes y agua por el espejismo de la demanda china y las nuevas tecnologías agrícolas que permiten el avance de la frontera sembrable más allá de lo imaginado y la extracción minera contaminante y destructiva, víctimas de lo que implica el modelo extractivista que desangra el país entero por el río. Lo bienes naturales vistos como recursos tiene su límite cuando su explotación es más veloz que su natural recuperación No hace falta ser un especialista para comprobarlo. Basta leer sobre la extrema contaminación de la cuenca Misouri-Misissipi en los EEUU, o los deltas de los ríos Mekong y Níger convertidos en vertederos de agrotóxicos y petróleo. Por tanto, cuando nos hablan de las bondades de un río con capacidad de recibir un intenso tráfico de grandes barcos, que encima son fabricados en otros países, también tenemos que pensar en lo que significa su costoso acondicionamiento para mejorar la rentabilidad de los cultivos del oriente Boliviano, el Chaco paraguayo y del Mato Grosso del Sur y Río Grande del Sur en Brasil, que hasta hace unos pocos años estaban cubiertos de selva que evitaba el vertido de las miles de toneladas de sedimentos que ahora las dragas deben quitar alimentando un círculo vicioso que llevará a nuestro hermoso río a convertirse en, apenas, un canal industrial contaminado donde ya no habrá lugar para la vida. Porque en todo este proceso de casi tres décadas de entrega no se hizo ni un estudio de impacto ambiental y dudo que se esté planeando hacerlos como se debe en esta nueva entrega.
Es sabido que las grandes multinacionales comercializadoras de granos son los jugadores fuertes en esta contienda, apoyados en el capital financiero y los fondos buitre. Hasta la secta Moon que ha comprado puertos en Argentina, Paraguay y Brasil. También es conocido que sus planes son de largo plazo y con el único objetivo de maximizar ganancias sin importar la devastación que produzcan sus acciones. Para esto, utilizan sus enormes fortunas para torcer gobiernos y élites nacionales o seducira las sociedades con adelantos tecnológicos maravillosos para “alimentar a los hambrientos del mundo” y promesas de próspero derrame que nunca llegan. La siembra directa en combinación con el glifosato y el poder de lobby de las multinacionales pero también gobiernos venales son responsables de la feroz deforestación que han sufrido nuestros países en los últimos 25 años y necesitan sacar esa enorme cantidad de granos a través de un medio más barato. También sabemos los misioneros lo que significa dar navegabilidad a nuestro tramo del río. La represa Yacyretá convirtió en un estanque semi muerto al Paraná aguas arriba y la intención de construir las proyectadas de Corpus, Garaby y Panambí, estas últimas sobre el río Uruguay, aunque fuertemente resistida, no será abandonada por quienes tienen intereses en ellas.
Mientras veamos al mundo con enfoque antropocéntrico y no entendamos que somos apenas una fibra del fino y delicado entretejido natural no comprenderemos que nos queda muy poco tiempo para realizar los cambios cuyos efectos beneficiosos seguramente no veremos pero hará que las generaciones futuras no nos recuerden con desprecio. Si bien nuestra constitución prevé el derecho al goce de un ambiente sano y la obligación ciudadana de preservarlo, habla de él como recurso y no como bien o sujeto de respeto y no es suficiente. Al respecto tenemos ejemplos de algunos pasos audaces en las nuevas constituciones de Ecuador, Bolivia y Venezuela en las que, haciendo modernos los viejos conceptos originarios de valoración hacia el medio ambiente, constituyen a la tierra y todos su elementos y seres vivos como sujetos de derecho a los que hay que respetar como iguales y no como meros recursos subordinados.
El río Paraná es uno de nuestros tesoros, también lo es de las generaciones futuras y no deberíamos verlo como un objeto al que debemos sacar provecho sino como un generoso amigo al que debemos proteger. Se ofrece próspero para los pueblos y para los seres que lo habitan. Estaba allí millones de años antes que nosotros y seguramente allí seguirá cuando nos vayamos. Somos capaces de mejores cosas y también de desarrollarnos con la ayuda del río sin arruinarlo. No desaprovechemos esta oportunidad histórica que nos toca para dejar un mundo en mejores condiciones que las que recibimos. Tomemos el río en nuestras manos y junto con él construyamos la felicidad de nuestros pueblos en vez de llenar los bolsillos de unos pocos e insaciables depredadores del planeta. Ya demasiado daño ha recibido el padre Río.
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3