Pero…
(Por Carlos Resio) La manía de citar de memoria escritores, cantantes, filósofos o santones suelen ser material para el análisis del pensamiento profundo de quienes lo hacemos ya que en la distorsión del texto que produce la memoria suele ir implícito lo escondido en el subconsciente y nos delata
El pasaje del discurso que Alberto Fernández pronunció en ocasión de la visita de Pedro Sánchez, presidente español, además de desubicado y vergonzante no hizo más que desnudar, otra vez, el racismo que anida en la sociedad argentina incluso en aquellos que militamos en espacios progresistas, nacionales y populares, de izquierda y abominamos de él. Además de desvariar en el origen de la cita, su construcción caprichosa la hizo especialmente preocupante. El presidente, para explicar su “europeísmo” dijo: “porque los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de allí, de Europa, y es así que construimos nuestra sociedad. . .” No es mi intención hacer una crítica destructiva al presidente, quien sigue teniendo todo mi apoyo, ni opinar tampoco sobre la horrible gramática de la frase que también erróneamente atribuyó a Octavio Paz y corresponde a una vieja canción de Lito Nebbia, ni siquiera, y esto lo enfatizo, decir que ejerce el racismo o la xenofobia ya que hay pruebas de que no lo hace, sino la de señalar este rasgo que nos involucra a todos.Y separar especialmente un detalle que acentúa mi preocupación y que le da título a esta reflexión, la palabra pero. Al decir “pero los argentinos salimos de los barcos que venían de Europa” dice, los otros son indios y negros en cambio nosotros somos blancos. Sinceramente no entiendo como se le puede haber ocurrido expresarlo de esta forma, quizá por lo distendido del discurso, quizá quiso ser simpático con Pedro, el de la racista Europa que ha convertido al Mediterráneo en una tumba para miles de migrantes. Seguramente no lo pensó antes, nadie revisó su discurso previamente, pero lo que está claro es que lo que dijo lo tiene incorporado.
Este pensamiento tiene todo tipo de manifestaciones entre nosotros. Apodos peyorativos haciendo mención a las nacionalidades que ni siquiera están bien referenciadas, como por ejemplo llamar turco a un armenio o gallego a un asturiano, también las asociaciones con calificativos peyorativos vinculados con color de piel o religión como ser negro de mierda o judío avaro. Prejuicios por toneladas son las que nos rodearon desde que tenemos uso de razón. Nuestro padre del aula Sarmiento inmortal le decía por carta a Mitre que la sangre del criollo solo servía como abono además de haber expresado públicamente su repugnancia por el indio.Más acá en el tiempo, recordemos las caras de asco en la blanca Buenos Aires invadida por los cabecita negra. Basta que el ambiente se vuelva propicio o se eliminen las barreras inhibitorias para que este tipo de expresiones salgan naturalmente.
En determinados sectores sociales, el racismo y la xenofobia, son políticamente incorrectos y quizá trabajamos para identificar esos rasgos en nosotros mismos para eliminarlos aunque, creo, nos falta mucho para lograrlo. Pero en gran parte de nuestra sociedad no se perciben como preocupantes, incluso una buena parte de la sociedad se expresa abiertamente racista y xenófoba aunque ya vimos que ante los dichos del presidente, además, no tuvieron vergüenza en darse vuelta y sobreactuar hipócritamente señalando condenatoriamente al jefe de estado frente a estas expresiones,ellos, quienes hasta hace un rato mataban jóvenes originarios por la espalda acusándolos de terroristas por el solo hecho de protestar por el respeto de sus tierras entregadas graciosamente muchas veces a blanquísimos europeos como ha sucedido en toda la extensión de nuestra Argentina indígena.
Para conocer el actual estado de cosas en la Argentina, del informe de discriminación realizado por el INADI en 2014 se desprende que el 44% de los argentinos cree que los trabajadores de otros países les quitan posibilidades a los locales, el 57% se muestra en desacuerdo cuando se le pregunta si preferiría tener como vecinos a una familia de argentinos con costumbres semejantes, antes que a una boliviana o peruana (infiero que si se incluyesen paraguayos obtendríamos los mismos porcentajes), el 39% cree que en los hospitales no hay turnos porque vienen muchas personas de otros lugares a hacerse atender, ¿nos suena esto a los misioneros?, el 36% cree que Argentina debería ser para los argentinos y deberían limitar el ingreso de inmigrantes, ¿no es esto último lo que pedía nuestro Sergio Berni?
Estos datos podemos verificarlos en nuestra provincia. Son comunes los apodos como negro, paragua o brazuca. También se escuchan términos despectivos pronunciados por descendientes de inmigrantes centroeuropeos como chornyy para referirse al criollo y en sentido contrario la muy difundida frase polaco saquesú con que se refiere el criollo al descendiente de inmigrante que habita las colonias. Pensemos en cuáles nuestra reacción al presenciar actitudes discriminatorias, chistes o referencias en estos términos, ¿nos produce una sensación de rechazo?, ¿intervenimos para señalarlo y condenarlo? o incluso ¿participamos en la agresión? Y no hablo de cuando nos referimos por ejemplo a la Negra Sosa o al Polaco Goyeneche sino a las manifestaciones de violencia que encierran la discriminación racista y xenófoba que busca separarnos de aquello que nuestra propia ignorancia nos indica como inferior o peligroso.
El doctor en ciencias sociales e investigador del CONICET, Daniel Mato, afirmó en una entrevista realizada por Télam, que la sociedad Argentina es tan racista que ni siquiera se da cuenta de su racismo. Describió que este rasgo se asemeja a los de machismo y homofobia pero al contrario de estos, el racismo aún no es combatido por personas, organizaciones, medios de comunicación y a instancia del estado. Entre sus propuestas plantea la urgente necesidad de articular esfuerzos en lo jurídico-político, lo comunicacional y lo educativo.
El racismo está tan naturalizado que no nos produce asombro el artículo 25 de nuestra Constitución Nacional que dice “El gobierno federal fomentará la inmigración Europea” y son pocos quienes cuestionan ese artículo claramente racista. Y en lo referido al trato a los pueblos originarios recién hace apenas 27 años, en la reforma de 1994, se quitó el artículo que mandaba a conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al catolicismo. Particularmente, la provincia de Misiones se limita solo a sostener una conducta paternalista sobre las comunidades originarias sosteniendo un organismo como la Dirección de Asuntos Guaraníes que durante más de quince años estuvo conducida por un funcionario repudiado por las propias comunidades y sin participación efectiva de sus representantes. En cuanto a la legislación local, ya cumplió 18 años la ley 4000 que ordena la enmienda de la Constitución Provincial para reconocer la preexistencia étnica y cultural del Pueblo Mbya y a pesar de protestas de las comunidades guaraníes y organismos de defensa del derecho aborigen nunca se efectivizó y fue declarada caduca por objetivo cumplido por la compilación legislativa en el digesto de 2018.
Para no sobreabundar en ejemplos y argumentos acerca de esta rémora que nos afecta como sociedad, es deseable que la sorprendente metida de pata del presidente no sirva para execrarlo o para limpiar la conciencia de los fascistas de siempre sino para que reconozcamos nuestra propia falta, comprendamos sus orígenes, el daño que causa en nuestras sociedades y los beneficios de su eliminación. La inclusión de la palabra pero que utilizó Alberto Fernández para separarnos de aquello que supuestamente nos degrada debe ser eliminada en todos nosotros y reemplazada por palabras como “inclusión” y “reparación”. Solamente cuando estos conceptos se integren a nuestra construcción de sentido plural y colectivo podremos decir que estamos en el camino de una patria sin racismo ni xenofobia y podremos sentir la tranquilidad de que nuestros representantes, que son nuestro reflejo, ya no nos avergonzarán con sus dichos.
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3