(Por Carlos Resio) Cuando a un vecino le ocurre algo malo debemos ayudarlo si podemos y es aconsejable luego revisar cómo está nuestra casa para que no nos pase lo que a ellos. A nuestros vecinos, Paraguay y Brasil, la pandemia los está castigando especialmente. Sus sistemas sanitarios están colapsados por causas similares, sus gobiernos abjuran de una intervención activa del estado, aunque las condiciones de ambos son bien distintas en cuanto a su capacidad. Me quiero referir al caso del país guaraní y algunas de sus particularidades para la reflexión del día de hoy.
Paraguay gozó en el inicio de la pandemia de cierta calma y un bajo nivel de contagios y este estado de cosas fue atribuido a una acertada gestión gubernamental por el propio gobierno lo que también les permitió relajar las medidas de aislamiento y, de esta forma, no detener la mayoría de los procesos económicos generando una sensación de seguridad cuidando apenas el movimiento a través de sus fronteras internacionales. En declaraciones públicas un ministro llegó a decir que no era necesaria la vacunación masiva ya que si los países vecinos inmunizaban a su población Paraguay quedaría a buen resguardo. Al mismo tiempo, profesionales médicos, políticos opositores y algunos pocos medios alertaban sobre la endeblez del sistema sanitario paraguayo, el estado de su infraestructura pública y privada y la dificultad de acceder a insumos y equipamiento para prevenir un aumento de contagios y las muertes consecuentes. Desde la Argentina los agoreros de siempre aprovechaban este mensaje de tranquilidad paraguaya para sembrar dudas y angustia sobre nuestra población con el solo objetivo de desprestigiar al gobierno.
El tiempo se encargó de imponer la fuerza de la realidad en el país vecino y la curva de contagios se aceleró poniendo en evidencia lo que denunciaban quienes desconfiaron del gobierno desde el principio. Esto vino acompañado de un estrés sanitario y económico que encendió las luces amarillas a fines del año pasado para pasar a rojo en los primeros meses de este año. A la saturación de camas de terapia intensiva y la falta de medicamentos e insumos se sumó la caída de la actividad económica agravada la incapacidad del estado para sostener la situación, por la crónica informalidad, también compartida por nuestro país, que se vio particularmente agravada en Encarnación por el cierre del puente internacional y la interrupción del flujo comercial con la Argentina. Nuestro país mantuvo estrictamente el cierre de la frontera a pesar de los desesperados reclamos de comerciantes del otro lado del río. El centro comercial encarnaceno prácticamente ha desaparecido.
No podemos más que condolernos de la situación de nuestros vecinos y, como dije, estar atentos para ayudarlos de ser necesario. Pero también dije que debemos mirar hacia adentro. Y es aquí donde se pueden encontrar algunas pistas que expliquen por qué, a pesar de los ataques permanentes de la oposición canalla con la ayuda de los medios afines desde apenas pasadas unas semanas de la declaración de la pandemia, nuestro sistema de salud sí ha soportado holgadamente el nivel de contagios y de internaciones sin que a un solo argentino se le haya negado una cama de terapia intensiva en caso de haberla necesitado a pesar de la destrucción macrista del sistema de salud y su intento de minimización. El daño ocasionado en los 4 años de gobierno neoliberal fue neutralizado con una fuerte intervención de estado nacional y muchos de los estados provinciales que pusieron ingentes recursos en una estructura que soportara esta contingencia. Una de las características de esta acción fue su carácter igualador. Quien motorizó y garantizó la disponibilidad de camas de terapia intensiva, respiradores y personal médico fue el estado nacional de consuno con los gobiernos provinciales. El derecho a la salud, es para todos.
De la misma manera, el esfuerzo para sostener el empleo, el ingreso de los trabajadores y la continuidad de pequeñas y medianas empresas, aunque insuficiente, es destacable. No es lo que pueden decir los comerciantes del centro comercial de Encarnación, quienes denunciaron no haber recibido ni una palmada de aliento por parte de su gobierno.
Se puede decir que los gobiernos provinciales, han actuado coincidentemente durante la pandemia salvo el gobierno de la ciudad de Buenos Aires que en lugar de sostener el empleo y a las empresas con ayudas surgidas de su enorme presupuesto prefirió relajar las restricciones empeorando los índices de contagio y con esto complicando la situación del conurbano primero y el resto del país luego,confiando en que la enorme infraestructura hospitalaria porteña soportaría el golpe pero mostrando un desinterés por el resto del país donde se trasladaría rápidamente la enfermedad como luego sucedió. Se suma a esto el tratamiento dado a sus ciudadanos clasificados de primera o de segunda según puedan acceder a vacunas privatizadas o hacinarse al sol para obtener lo que sobra como pudimos ver en imágenes televisivas.
Si para algo sirve esta comparación de realidades es para evidenciar cómo funcionan dos visiones distintas de estado. Uno, el paraguayo, debilitado por el desinterés de un modelo que también en nuestro país quiso imponerse y que en el país vecino, luego de un breve intento con Lugo, sostiene los privilegios, la primarización y la concentración de la riqueza y el nuestro que ha retomado la senda de la redistribución y la ampliación de derechos que desarrollaron durante los 12 años los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Es en estas oportunidades de desastre, y sobre todo cuando es compartido con otros países, cuando podemos comparar el resultado de modelos que universalizan los derechos con los que no lo hacen. Pero también, debemos saber que los derechos cuestan y que el estado necesita recursos para sostenerlos y a veces imponerlos. Cuando desde el neoliberalismo se pondera positivamente la baja carga impositiva del Paraguay, 13% del PBI, por sobre sobre el 30% nuestro, debemos saber que esta diferencia tiene sus consecuencias sobre las clases populares. No quiero decir con esto que nuestro sistema impositivo no pueda mejorarse, todo lo contrario, debe mejorarse porque como en la mayoría de los casos en Latinoamérica el nuestro es un sistema impositivo regresivo que reproduce la desigualdad.Pero es sobre los impuestos que se basan los derechos, su disfrute y su cumplimiento. Fue por eso que entre las primeras medidas que tomó Cambiemos al asumir el gobierno estuvieron la eliminación de impuestos a los grupos concentrados de la economía y la desfinanciación y achicamiento del estado mostrando un evidente desinterés por los derechos de las mayorías populares que cuentan con el estado para su protección.
No existen los derechos sin que haya quien los haga respetar. Los privilegiados de siempre exigen un estado solo para proteger sus propiedades habidas en ciclos políticos y económicos que los privilegiaron. Por eso es la violenta puja de la derecha por volver a imponer un estado famélico además del certero golpe que el gobierno de Cambiemos dióal país con el infame endeudamiento con el FMI. Ahí está también para muestra un grupo de multimillonarios resistiendo a desprenderse de un mísero 1% de su riqueza para ayudar apenas por única vez en contraposición del resto de la población que ha contribuido con un enorme esfuerzo y el propio estado volcando ingentes recursos para paliar la crisis
Los desaguisados, parches y sinsentidos de nuestros sistemas impositivos son problemas que deberían ocuparnos. Debería ser un tema nacional de los más importantes y ocupar la agenda de debate. Es preciso sacar este tema de las manos de técnicos, gurúes casi siempre neoliberales y cipayos para ser debatido por el pueblo y sus organizaciones políticas y sociales. De esta forma será puesto al servicio del pueblo y no de los privilegios y la desigualdad, aportando mas los que mas tienen. Los derechos tienen su costo y los recursos de quien debe velar por su cumplimiento provienen de los impuestos. Por tanto, el aporte de la sociedad en este sentido debe ser visto como una forma indispensable de funcionamiento en comunidad y más que una carga un deber que, por ejemplo, debería hacernos reflexionar antes de llevar el dinero de nuestra pequeña economía misionera al otro lado del río ya que con cada peso que se va hay un derecho que se verá disminuido de este lado, abonando además el ya mezquino proyecto provincial, el cual en pos de un pretendido misionerismovacuo mantiene a Misiones en el estancamiento y lo adorna con proyectos de títulos deslumbrantes pero vacíos cuando no beneficiosos para pocos
Se adjudica a Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de los EEUU, quien en esa etapa llena de ideales imaginaba una sociedad mejor para su época, la famosa frase “En este mundo no se puede estar seguro de nada, salvo de la muerte y de los impuestos.” Ya vimos que juntos podemos dar dura batalla a la muerte, seamos capaces entonces de imaginar, construir y sostener un estado que pueda seguir ampliando y protegiendo derechos sin que eso nos resulte una carga sino una satisfación. Por fortuna la tenemos a Mirta Botzman que puede ayudarnos a pensar en ese sentido.
Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3